Confesiones de una prostituta sonorense

Tú no te comparas con el bosque de mis ojos,
tú no eres nada comparado al arsenal de entregas
que una amiga se da con un amante nuevo
—no, tú no tienes nada que ver—
Y sin embargo sigo
recogiendo cotidianamente la basura,
remolino de opio de lo que alguna vez fue
testigo sereno de la indiferencia.
Y aunque con otro ser me reproduzca,
es en el atrio de mi pensamiento donde habita,
y se levanta siempre con su risa de mostaza
y me tira besos y me olvida siempre
como si cada llamada mía,
fuese prohibido contestarla
debido al destino que ya tenía
con otra mujer que no lo quiere.