Tuesday, October 24, 2006

Cómo me conseguí unas gratis para no sentirme tan miserable

Aquella noche fue sólo una mezcla de tiempo coincidido en el que caí en esa cantina por segunda vez, una cantina como todas en las que la gente acostumbra valiente a mirar como lince para comunicarse por cotidianas, animales, múltiples y violentas veces en las que simultáneamente los tambores estiran sus cueros amarillos.
Vaya qué pena, era treinta años mayor que yo y lo peor: se notaba, -bah, no importa-me dije a mí misma, pero esa maestría torpe en el andar del antiguo sólo fue el principio de mis vergüenzas nocturnas, ya que en ese bar de sonrisas pornográficas, el daddy solapador de los vicios infantiles me compraba cerveza por el simple hecho de estar a su ladito.
y yo tan miserable me reía entre tanta multitud que nos veía y que nos criticaba como panteras descifrando un código misterioso para saber si éramos nosotros padre e hija, empleadita y jefe, desconocidos o simplemente un humano primitivo que sostenía la mano de una humanita sincera con aquel pretexto gastado como sus dientes de que la multitud no apartase aquella conexión inicial.
Nos miramos sentados en una mesita con vaivén de maraca que marcaba un compás desesperado como el zapato anciano en una rumba. Forzadamente me sonrió como si yo no supiera qué había detrás de sus colmillos feroces de cerveza fermentada y, entonces se tomó desesperado una foto conmigo, como si fuera yo la mascota oficial del barecito sombrío en el que se bebería desesperado la última bocanada de aire, mientras que yo sencilla observaba su mano viscosa incapaz de tomarme arrebatado por la cintura en vez de declararse como el ente cuidadoso únicamente capaz de atarme una agujeta solitaria.

Sunday, October 15, 2006

No se trata, ojos de etíope,
de mirarnos a los ojos.
Y yo ya no sé, ojos de etíope,
ni con qué mano alcanzarte,
si con la izquierda, con la derecha
o con alguna otra que inventase para ti solamente.
No se trata, ojos de etíope,
de ser claros cuando la claridad son dos palomas
escondidas en mis dedos de cedro,
y te digo, ojos de etíope,
que somos tan hermosos y difíciles
como tus ojos oscuros,
oscuros y pequeños, ojos de etíope,
oscuros y pequeños como
semillas de una sitiera
en donde vuela tu sombra
como jilguero apagado...

Wednesday, October 04, 2006

yo no soy nada, Pessoa,
yo tampoco seré nada
y no puedo pretender ser nada,
por eso como chocolates.