Yo sabía que no debía de mirarte
Porque el aire entra también por los ojos
y nos arrebata por las yemas de los dedos

yo que siempre supe
que esa noche era
una tormenta agitada
en ese puerto caribe
de una tuna aletargada,
de una cazuela de nubes
cuando tu abuela guardaba
en el alero sereno
una creciente de albahaca
y una castaña entre luces
[y en una duna en bachata
los jimaguas dulces de tus ojos]